La discapacidad ha sido parte de mi vida desde siempre. Nacer sin manos me ha formado y ha sido una influencia clave para hacerme la mujer que soy ahora. Me ha enseñado paciencia, empatía y a resolver problemas de maneras difíciles de describir a la gente sin discapacidad. Muchas personas ven la discapacidad solo desde una perspectiva negativa, pero, como la mayoría de cosas en la vida, tiene más matices que los desafíos. 

La semana pasada tuve el privilegio de hablar con mujeres con discapacidad de todo el mundo que entienden de esto. Reconocen no solo los retos que han enfrentado con relación a sus discapacidades, sino la resistencia y la fuerza que les ha dado. 

Invitada por el Instituto de Género, Discapacidad y Desarrollo (GDDI, por sus siglas en inglés) 2019, pasé tres días en Eugene, Oregón, para aprender sobre las mejores prácticas para la inclusión de discapacidad impartidas por Movilidad Internacional USA (MIUSA) y escuché a las mujeres que participan en el Instituto de Mujeres sobre Liderazgo y Discapacidad (WILD).  

El retiro de GDDI incluyó a 26 oficiales de programa, directores y especialistas en subvenciones de una variedad de organizaciones no gubernamentales y 22 delegadas de WILD. Yo asistí en representación de la Fundación Internacional de Seattle. 

Tuve la oportunidad de conocer a varias delegadas y sus historias de determinación y pasión. Una de ellas me dijo: “Me gusta cuando la gente me llama problemática porque significa que lucho por mis derechos”. Después de escuchar su historia como activista de la discapacidad en África occidental me siento inspirada para encontrar más maneras de ser una mujer problemática. A veces se necesita dar problemas para sacudir al estatus quo. 

Me senté alrededor de una mesa con mujeres con y sin discapacidad que viven o trabajan en Latinoamérica, discutimos los obstáculos en común y exploramos posibles caminos. Uno de los desafíos compartidos es la falta de comprensión en la región de los derechos de las personas con discapacidad como derechos humanosEl estigma en Latinoamérica es fuerte y ha creado barreras adicionales para los activistas, pero no les ha impedido trabajar o buscar soluciones.  

Las mujeres WILD creen que la alianza es la clave para combatir de manera más efectiva los prejuicios de la sociedad y el estigma. Muchas organizaciones de discapacidad están aisladas: las de personas sordas, de personas ciegas, de discapacidad psicosocial, de discapacidades intelectuales, etcétera. El cambio más efectivo e inclusivo se produce cuando estas organizaciones y diferentes comunidades discapacitadas se unen. 

Conocer a este grupo diverso de personas, aprender juntas y disfrutar de su compañía me llenó de esperanza y felicidad. No solo pudimos discutir los retos que enfrentan las mujeres con discapacidad en el mundo, sino que reímos, bailamos e intercambiamos técnicas para tostar malvaviscos sobre una fogata. 

Las mujeres WILD me recordaron lo importante que es soñar y el privilegio de que me dijeran desde una edad temprana que el cielo es el límite. En la primaria, mi discapacidad nunca me impidió soñar con ser presidenta o jugadora de fútbol olímpico. Si mis compañeros de clase sin discapacidad podían soñar con ser esas cosas¿por qué yo no podría? 

Soñar nos permite, como individuos y como sociedad, crear futuros más brillantes y por eso debemos asegurarnos de que todos se sientan empoderados de hacerlo, especialmente aquellos que viven y crecen al margen. Cuantas más personas sueñen con un mundo inclusivo y equitativo, es más probable que podamos hacerlo realidad. 

La inclusión de discapacidad interseccional es importante y posible. No se trata de si nuestros programas debieran incluir a personas con discapacidad, sino cómo. Como MIUSA dice, las personas con discapacidad son fuertes, orgullosas y apasionadas. El primer paso es invitarlas a la mesa para que tengan la oportunidad de compartir sus historias y sus sueños y, juntas, construir un futuro mejor. 

 

Anna Pickett 

Asistente de Comunicaciones y Programas